(Difícil. Difícil. Sentir que se es feliz en un equipo así. Perder un partidazo. ¿Retratar el dolor? ¿O hablar del mundo de sensaciones que te embarga cuando defiendes esta camiseta (hinchas, jugadores)? El problema es que se me pasan por la cabeza las jugadas del partido una y otra vez, y así cuesta dormir. Cuando se pierde así, en algún lugarcito del análisis uno siente pasar una ráfaga con olor a victoria (si es pequeña o grande depende de los objetivos que se impusoel grupo). Sin embargo, no jugaremos la final. Chocan las emociones, te traiciona el espíritu competitivo. "Qué pasaba si en esa jugada...", "Si hubiera jugado el...". Lo cierto es que no podemos reprocharnos nada. Nada. Mirar para adelante (frente alta de por medio) y mejorar. Hoy se puede hablar de la mala suerte con la que enfrentanos playoffs. Se puede hablar de que un árbitro te perjudicó. De que esperaste mucho al equipo rival (situaciones de cada partido). Hoy vamos a hablar de nosotros. De lo nuestro: mística, corazón, camiseta, historia, cariño, joda, noche, fútbol y vino. Porque eso somos (cambiar sería suicida). Y sin reproches.)
Entonces vamos...
La charla y el tiro por la culataSiempre con la nuestra. Fiel al estilo: "aguantamos atrás y cuando estemos bien parados nos ponemos en ventaja", así juega este equipo, confundiendo la cabeza del rival. A desesperarlos.
El árbitro pitó el comienzo y La Vino Tinto no encontraba la pelota. Algo dormidos, pero no entregados. Tranquilos. El problema fueron los tres goles en diez minutos. Algunos errores, un par de rebotes desafortunados y a remar para adelante. No había otra posibilidad. La cancha entera era para Pitusa. No nos encontrábamos, no jugabamos largo a nuestro hombre en punta. Tomaban bien el medio y nos costaba hilar jugadas. Vino el cuerto en contra y la cabeza parecía estallar. Impotencia. Porque pretendíamos un primer tiempo apretado para poder desequilibrar al final. Los planes se desvanecieron y era imperioso cambiar, drásticamente.
Una lección de amorAquí es donde el guión de esta obra se fue al tacho de la basura. Por iniciativa propia ¿eh?. Ahora era matar o morir, la frase esa no era mentira. La Vino Tinto salió a buscar el partido. A presionar y meter. Descuidabamos el fondo porque la tarea era o perder por veinte o darlo vuelta. Y nos salió la gracia. Pachorra y huevo. Caño y plancha. Machacar y machacar. La fórmula dio resultado. Metíamos uno y sacábamos uno de nuestro arco en la línea. Llegó el empate y no por eso la conformidad. Se escribía así una historia de combate. Era el cariño por esta institución la que empataba el partido. No hay nombres. Faltaban por jugar tres minutos del segundo tiempo y se vino la furia. La Vino Tinto cantaba. Lo gritaba. El que se ponía a llorar jamás pasaría por maricón. Era una hazaña. 5-4 arriba.
Pero, pero...La mesa no estaba servida. Esa última jugada (cómo pesa), sí, en esa última jugada llegó el chaparrón. Empate y tiempo extra. Se jugaba la vida. Gol y gol de cada lado. De no creer. Cada minuto que transcurría, dentro de la cancha aumentaba la presión, afuera cada vez había más gente. Y con ella llegó lo peor. La Vino Tinto se queda con un jugador menos y eso en un alargue, donde el físico pesa, pesa. Se acababa el vino (del partido, no de la historia). Pagamos caro, entonces, ese uno menos porque no nos supimos sobreponer. Y era complicado. Relatar las consecuencias está demás, no de pecho frío ni mal perdedor, sino porque ese espacio merece ser rellenado (a modo de simbolismo) por la hazaña que estuvo a un segundo de pasar a transformárnos en semidioses.
El placer de ser un vinotintoNo está demás, para nadie, saber que en el overall de las tres temporadas que ha jugado el equipo, suma una cantidad de 37 partidos con tres empates y cuatro derrotas, lo que le deja un total de 30 partidos ganados. Sin embargo, no es eso lo que a un tinto lo llena de placer.
Ganar es motivante, pero más aún es simplemente identificarse con el club, vestir su camiseta. Es por dicha situación que somos capaces de remontar partidos como esta semifinal. Es el corazón el que uno pone antes que el pie toque la pelota o la canilla del rival. Y no sólo los que juegan lo sienten así ¿o creen que este partido no lo sacó adelante los que estaban gritándolo (no viéndolo) de afuera? Me atrevo a afirmar que cambió vía ese motivo. Y eso es una radiografía de este equipo. Cómo nos importa, eso es lo que a uno lo gratifica. Nos interesa por lo que hemos contruido. La amistad, el chacoteo y el chaqueteo. Esa fórmula da como resultado la pasión.
Los equipos pasan en este nivel de competencia. Cuántos uno ha integrado. Juega y chau. Señores, esto es distinto. Cada uno tendrá sus definiciones en la cabeza, lo lindo es que no necesita decirlo porque por osmosis tu compañero te está interpretando. Hay cosas por arreglar y definir a futuro, pero esto no debe acabar, sería autoinmolarse. La historia debe seguir. Sin reproches.
(La otra semifinal, en otro partidazo, Puerto Ordazo le ganó a Al Seko quienes serán nuestros rivales por el tercer y cuarto lugar. Ordazo terminó con tres jugadores en cancha en el segundo tiempo de extra-time. Con bajas importantes, ahora Pitusa tiene todo para campeonar (qué impotencia). Nosotros también, porque nos vamos a despedir de esta temporada de la mejor manera. Ganando un clásico)